
No hubo ninguna luminosidad en la explosión del disparo, tan sólo un falso derrame de partículas de pólvora negra que penetró en el cráneo joven y salió por el otro lado, teñida de rojo; su cabeza vibró con estrépito y algunos pedazos astillados salieron junto con aquel polvillo rojo, girando y girando mucho antes de que aquél desafortunado cayera...; el chorro de sangre pintó el hombro izquierdo mientras caía, incluso si el tiempo hubiera parado, el cuerpo hubiera sido bello, así muerto; como una sutil escultura, a la ignorancia de la conciencia acerca de la muerte, débil y frágil, así vi al joven con el hombro húmedo, cayendo, y a pesar de que sus ropas eran negras, su sweater mostraba un negro seco pálido; y al mancharse con la sangre tibia se pintó de humedad, frialdad y pena, con el chorro rojo, casi negrusco con pinceladas lilas, que era delgadísimo: como una cascada fina que se abre paso por entre la espesura de las rocas oscuras..., así caía la sangre y se estrellaba en el piso gris y al impactarse se separaban en miles de partículas redondas pintando de ocre y púrpura el suelo que terminaba recibiendo la sangre con el polvo que la envolvía con placer; mucho antes de caer el joven ...
Otro muerto, otra voz dulce acallada por el plomo satanizado, por el creador de su fatalidad, por el generador de dioses y creyente de éstos... el hombre.
Otro muerto, otra voz dulce acallada por el plomo satanizado, por el creador de su fatalidad, por el generador de dioses y creyente de éstos... el hombre.
fuente de imagen: espòntenieu