
El espacio en que se encuentran las sombras de los angeles, tan sólo viendo hacia atras
domingo, diciembre 27, 2009
Felices Fiestas

viernes, diciembre 11, 2009
EL PROBLEMA GÓTICO
Dedicado a Luna Spktra.

En el cuadro de Edward Munch, "El vampiro", ¿qué vemos? ¿Un hombre andrógino o una mujer caballerosa?
Alguna vez me he preguntado si esa clase de subcultura existe. ¿Leerán algo para justificarse? ¿Sabrán que existen más personajes en Drácula que el mismo Drácula? ¿Se darán cuenta que "Entrevista con el vampiro" es más una novela filosófica sobre la muerte que una novela de caballeros vampíricos? ¿Sabrán acaso que Frankenstein es una novela naturalista? ¿Tendrán alguna idea sobre la colectividad del gótico literario, rescatando la idea del antiheroicismo de sus personajes? ¿Se darán cuenta que la vestimenta gótica actual es más inglesa que francesa, tomando como principio que lo gótico tuvo un apogeo extraordinario en Francia originalmente? ¿Tendrán alguna idea sobre quién era Erszebeth Bathory o Vlad Tepes, el empalador? ¿Se imaginarán que el vampirismo no sólo necesita de Bram Stóker, sino de E.T.A. Hoffmann? ¿Tendrán conciencia sobre el concepto original del gótico en las obras literarias? ¿Sabrán, quizás, diferenciar entre suicidio y parodia de la muerte? ¿Tendrán alguna idea sobre la pinta que se gastaba el señor Drácula en la novela de Stóker, siendo Bela Lugosi el original fundador de esa pinta en el cine, y no el personaje en sí?
Cáspita: tengo muchas dudas, yo no soy gótico, pero trato de escribir, y leo mucho de esta literatura. ¿Estaré relegado a ser un paria, sólo por el hecho de no vestirme como esos muchachos andróginos? La caballerosidad nació en las novelas históricas y realistas: desde el mismo Walter Scott, pasando por las tradiciones orales escandinavas e inglesas (Beowulf), hasta Fredric Brown; en el gótico Literario los villanos, monstruos y deidades eran salvajes: mataban sin asco a jovencitas rompiéndoles el cuello (Frankenstein), hacían beber su sangre a jovencitas virginales a la fuerza (Drácula), pisaban a niñas sin compasión (Dr. Jekill y Míster Hyde), eran patéticos antihéroes (Melmoth el Errabundo), eran cobardes (La ajorca de Oro), puritanos (Arcilla de Insmouth), creían en las mujeres como adornos diabólicos y estúpidos (El retrato de Dorian Gray), si eran niños, también podían ser desgraciados malhablados (Otra vuelta de Tuerca), eran hijos manipulados por sus madres (Psicosis), viejos "violadores" de vecinas inocentes (El bebé de Rosemary), drogadictos débiles (El vampiro, El horla), obsesivos nerviosos que se ponían a matar viejitos sin caballerosidad alguna (El corazón delator) e inmundos machistas (El castillo de Otranto, El sótano, y muchas, pero muchas novelas más)...

domingo, octubre 04, 2009
EL TERROR DE LA CLASE MEDIA
Pongamos ejemplos:
- Los héroes de las novelas Apocalipsis Z de Manuel Loureiro, Soy Leyenda de Richard Matheson, Déjame entrar de Jhon Ajvide Lindqvist y las sosas y empalagosas sagas vampíricas de Stephenie Meyer, son personas acomodadas.
- Los tipos que narran su camino hacia la locura, en los mitos de Cthulhu de Lovecraft, nunca hablan de la crisis, ni de que no comieron ese día, etc.
- Los personajes de los relatos de Clive Barker son de clase media, casi todos.
- Peter Straub no deja de recordar, en sus novelas, que los personajes principales trabajan y tienen auto, casa, piscina.
En fin, estaría realizando toda una larga lista, pero esta tarea ya la hice antes y no quiero volver a hacerla.
Ahora analicemos pues la temática:
La literatura de terror y la gótica no necesariamente deben apartarse del camino de la realidad: existen novelas y relatos impresionantes cercanos a la crisis: pero a la vez, cuando hablamos de crisis o leemos sobre crisis en novelas de terror, le hacemos caso más a la crisis que al fantasma que se asoma por la cortina roída... así es la crisis, es terrible, horrorosa, y sí: escribir terror también implica involucrar la realidad inmediata. A pesar de que la clase media ya tiene un espacio libre para preocuparse de esas cosas, a los pobres también les pasa peores cosas: recordemos el relato Lo prohibido de Clive Barker (el único relato suyo donde se mencionan a los pobres de verdad), El Exorcista de William Peter Blatty (pobre padre Karras, pobre madre de padre Karras: infeliz madre Mcneill), El perro rabioso de Horacio Quiroga (pobre enfermo), etc.
Hasta que no exista una novela de terror eficaz como El no nacido de David Shobin (no la película de mierda que hicieron con la tipa de Cloverfield) u otras obras que ahorita no se me vienen a la mente... comenzaré a creer que las novelas de terror son producto de escritorzuelos truchos que producen sin sentir alguna vez hambre...
martes, septiembre 01, 2009
Después de mucho tiempo...
(Después de mucho tiempo retorno, con nuevos trabajillos, críticas jodidas y esa acidez resultante de una ingesta terrible de comidas mal sazonadas. Aquí un ensayo, pues, para que no digan que sólo devaneo en ficción. Además, prometer que trataré de subir más cosas por aquí...)

Victor Hugo, autor de “Los Miserables”, se conforma con un mendrugo de pan extraído de un mostrador roto; Victor Hugo Viscarra muestra su preferencia al Jolke; J. R. R. Tolkien, a las humintas élficas; William Golding prefiere el jabalí a la leña, e Ira Levin apuesta por los batidos rojizos, llenos de vitaminas extraordinarias e ignotas.
En fin, podríamos llenar páginas y páginas de ejemplos varios sobre comidas en la literatura; pero, yendo a un análisis más específico, alguna vez se me ocurrió comparar autores y obras con platos, bebidas y productos para el consumo de los gustos de la lengua (no lingüísticos).
Así pues, una tarde charlaba con dos buenos amigos sobre este tema, y se nos ocurrió sacar una lista, que no necesariamente llega a ser universal, pero que se aproxima por lo menos.
1. “El Quijote...” de Cervantes llegaría a ser un plato de sopa repleta (y con aumento) en un día caluroso: es rica, pero cansa.
2. Los cuentos de Borges, un buffet de carnes a la parrilla sazonadas con vino francés: sabor a tierra suramericana, pero con el gusto a Europa por alguna razón.
3. Franz Tamayo y su producción, un buen Chairo servido en una hacienda de Chicani: parece rico, cómodo y lindo... hasta que vemos a los pongos sirviendo.
4. Horacio Quiroga y sus cuentos, un pollo al horno y un vaso de líquido rojo que no sabemos si es Vino o Yupi de fresa, y nos da miedo preguntar: no sabemos lo que el anfitrión nos responderá.
5. Augusto Monterroso y sus fábulas, cuentos y relatos, un pedazo de vaca, asado y rico: pequeño, devorado en un periquete, pero servido sin plato.
6. Bram Stoker y su novela, un Pique A Lo Macho totalmente enorme, acompañado de vino blanco y pan negro: diversidad, aunque servido de noche puede hacer mal.
7. Óscar Cerruto y sus obras, un sándwich de chola, preparado en una marraqueta enorme y acompañado de una cerveza o de chicha: de tierra adentro.
8. Max Weber y sus teorías, un plato lleno de calamar: marea.
9. Félix Patzi y sus planteamientos, un Apthaphi bien servido, hasta que te cobran por la participación que pensabas, era gratuita
10. René Zavaleta Mercado y sus ensayos, tres o cuatro platos de Majao: son ricos y te hartan, pero no hay nada fresco para acompañar.
11. Victor Hugo Viscarra y sus relatos, un plato colectivo de sardina en lata, con tomates y cebollas, puestas en panes añejos y de acompañamiento, un soldadito de alcohol: sea como fuere, es rico pero marea rápido.
12. C. S. Lewis y su saga, delicias turcas: pequeñas, deliciosas, pero no hartan.
13. J. K. Rowling y su saga, un montón de chocolates repartidos por libro: son ricos, hartan, mezclan frescura con dulzor, pero uno no puede alimentarse sólo de eso...
14. Óscar Alfaro y sus cuentos, poesías y relatos, panes y dulces de Todos Los Santos: sólo algunas veces los conseguimos y disfrutamos.
15. Edgar Allan Poe y sus cuentos, Falso Conejo con Ginebra: una rara combinación, inherente pero deliciosa de todos modos.
16. Edgar Allan Poe y sus poemas, un plato libre de carne, pero con una salsa agridulce muy roja: algo de calidad y muy bien consumible, aunque no tenga carne.
17. El Marqués de Sade y su producción... ¿cómo decirlo...? un paquete de carne molida fresca o un caldo de Cardán: hay que tener cuidado al consumirlo así, fresco, aunque de todos modos alimenta.
18. Álvaro García Linera y sus ensayos y artículos, esos algodones de azúcar de ferias: parecen grandes, deliciosos, pero se derriten en la lengua al sólo contacto.
19. Homero Carvalho Oliva y sus cuentos y novelas, unas hamburguesas de Ronald McDonald: todos saben que existen, pero en Bolivia no se consumen pues nadie les tira demasiada “bola”.
20. Antonio Paredes Candia y cada uno de sus novelines, una buena sopa de maní, acompañada de un fresco de orejón: algo popular, pero que harta y alimenta más que una hamburguesa gringa.
21. Los escritos de Cayetano Llobet, Pasancallas amargas, pasadas de moda y con sabor a que desperdiciaste tu dinero comprándolas.
22. Antonio Paredes Candia y cada uno de sus estudios, una rica y poderosa Watía, con cerveza y Coca Quina para los llokallas: sabor a tierra adentro y a que retrocedemos en el tiempo.
23. Edmundo Paz Soldán y sus productos literarios, una serie de helados costosos servidos a pleno sol: son ricos, deliciosos y hasta baratos para el bolsillo, pero no nos recuerdan nada, salvo alguna que otra tarde de nuestras infancias.
24. Wilmer Urrelo y sus Fantasmas Asesinos, como sus cuentos con Lee Song, son una serie de platos picantes pedidos por su apariencia y degustados poco a poco, pues el simple hecho de consumirlos con rapidez, conllevan luego consecuencias.
25. Jaime Nisttahuz y sus obras, ¿qué decir?, chocolates con relleno de licor: puedes invitarlos a algunas chicas y sacar provecho después...
26. Camilo Cruz y “La Vaca”, vitamina “C” en pastillitas de diez centavos: sirven, pero sólo para dejarte un gusto a sano por unos... diez segundos.
27. Paulo Coelho y todo lo que ha escrito, una semana de ayuno religioso: ya saben por qué.
28. H. P. Lovecraft y sus argumentos, un plato de ceviche con pulpo: sabes que han sido extraídos del mar, pero no se te ocurre preguntar qué comían ellos.
29. Stephen King y sus novelas y cuentos, un paquete de patatas fritas, una soda globalizada, una hamburguesa y un asiento de primera fila para la función: puro entretenimiento.
30. Clive Barker y sus novelas y cuentos, un plato de lleno Morcillas servidas a las tres de la mañana: saben rico, pero sabes muy bien cuál es el ingrediente principal.
31. Carlos Cuauhtémoc Sánchez y sus ¿cómo decirlo? ¿Novelas...?, una mentita por cada libro, sí, mentitas de diez centavos que tienes la esperanza, te van a calmar el dolor de garganta, pero sólo te engañan: el dolor sigue.
32. Alcides Arguedas y sus ensayos, un mendrugo de pan sopado en estricnina... ya saben a qué me refiero...
33. Fausto Reinaga y sus postulados, una caja de cervezas para acompañar un lechón pequeño: no puedes rechazar lo que te dan, ni tomar solito.
34. La Biblia, en sí un Asado De Cordero, a veces es bueno consumirlo, pero si lo consumes diariamente, te afecta la digestión y no te deja pensar.
35. Victor Hugo y sus novelas francesas, una sopa servida en medio de la noche por un monseñor viejo, que sabes, te regalará sus candelabros después: una oferta difícil de rechazar.
36. Ramón Rocha Monrroy y sus novelas y ensayos, una salteña o una tucumana acompañada de un delicioso mate de coca: todo te hace bien.
37. Juan de Recacoechea, carne asada venida directamente del matadero: se nota la frescura.
38. Charles Dickens y sus novelas, un mendrugo de pan, en vez de panetón o vino: te hace recordar alguna que otra navidad triste.
39. Pierre Bordieu y sus teorías, un “Banana Split”: es rico a pesar de consumirlo sabiendo el mensaje que conlleva la forma del producto.
40. Paulo Freire y sus libros, un apthaphi verdadero, gratuito y con buena compañía: te gusta, te emociona y te alimenta.
41. Manuel Vargas, un Fricasé servido en una comunidad entre Cochabamba, Beni y La Paz... algo particular, aunque rico y nutritivo.
42. Jack Canfield y sus libros... una taza de chocolate frío, que no hace bien al alma, aunque digan que sí: pura farsa.
43. Gabriel García Márquez y sus novelas, un montón de plátanos y almendras amargas calientes, ambos servidos en la selva, en tutumas y acompañados de licores provincianos.
44. Mario Vargas Llosa, Papas A La Huancayna, por su gusto picante, sin carne y con límite de consumo.
45. Dante y su Divina Comedia, un vaso de chocolate quemante, acompañado por unas galletas calientes y una mujer caliente al lado: placer asegurado.
46. José Saramago y sus novelones, una ensalada de frutas con agua: algo no tan pomposo, pero vale la pena probarlo.
47. Innmanuel Kant y sus tratados, un plato de niño envuelto: muy en el fondo recién podemos encontrar la carne... y el gusto.
48. Rafael Bautista y su “Octubre: el Lado oscuro de la luna”, sardinas enlatadas, atún en conserva y plátano casi pasado: sabor genuino del hambre de aquellos días.
49. Benito Pérez Galdós y su obra escrita, una Paella jugosa, pero toma tiempo consumirla totalmente.
50. Jaime Sáenz y sus escritos, un pan con plátano y su refresco popular de uno cincuenta: harta, pero no alimenta tanto...
51. Miguel Lundin Peredo… y sus “escritos”, un raticida empapado de adornos culinarios suecos: parece rica la presentación, pero perjudica.
Así pues, seguiría y seguiría haciendo mis comparativas, mis analogías y mis apologías, pero ya tengo que ir al trabajo y si no voy, no como.
En otra ocasión continuaremos con la lista.

Daniel Averanga Montiel, julio de 2009.