sábado, enero 30, 2010

Tiempo de terror


Pensando en nosotros, escapando de nuestras vidas: buscándonos y encontrándonos en otras miradas, somos conscientes de lo que vendrá: todo tiene un final. Todo llega a podrirse, perecer o a marchitarse.

Es lo mismo.

Necesitamos de un tiempo de terror para amar. Necesitamos de una vida tortuosa para sentir la más dulce melancolía. No sé por qué me siento así.

¿Será que Enero me emputa igual que los fanáticos?

Fanáticos de la religión, de la música, de sí mismos.

Enero destruye esta ciudad, destruye mis más caros anhelos.

Y el frío, carajo, el frío me pierde en reflexiones.

Creo que debo silenciar mis quejas. Al fin y al cabo, todo está en la mente.

Pero la lluvia.

La lluvia nos hace todo esto: el terror en su máxima expresión: no puede medirse.

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